El cáncer de ovario es uno de los tipos de cáncer más comunes en mujeres, como su nombre lo dice, tiene origen en los ovarios, los órganos reproductores femeninos que producen óvulos y hormonas como el estrógeno y la progesterona. Aunque puede manifestarse a cualquier edad, es más común después de la menopausia.
Los síntomas iniciales suelen ser sutiles y fácilmente confundibles con otras afecciones, lo que complica el diagnóstico temprano. Algunos de estos síntomas incluyen:
- Distensión o inflamación abdominal.
- Pérdida rápida de peso.
- Cambios en los hábitos intestinales, como estreñimiento.
- Sensación de llenura rápida al comer.
- Dolor pélvico o abdominal.
- Cambios en la menstruación.
El diagnóstico temprano es crucial, pero desafortunadamente, no hay pruebas de detección específicas para el cáncer de ovario como lo hay para otros cánceres. Las pruebas de diagnóstico incluyen ecografías pélvicas, tomografía computarizada, resonancia magnética y análisis de sangre.
El tratamiento suele implicar una combinación de cirugía y quimioterapia. La cirugía implica la extirpación de los ovarios, trompas de Falopio, útero y en ocasiones, tejidos circundantes. La quimioterapia se administra después de la cirugía para matar las células cancerosas restantes.
La inmunoterapia y la terapia dirigida son áreas prometedoras en el tratamiento del cáncer de ovario. Estos tratamientos están diseñados para atacar específicamente a las células cancerosas o los mecanismos que permiten que el cáncer crezca y se propague.
Algunos factores de riesgo para esta enfermedad incluyen la historia familiar, mutaciones genéticas, edad avanzada, nunca haber estado embarazada y el uso prolongado de terapia de reemplazo hormonal. La extirpación preventiva de los ovarios y trompas de Falopio puede ser una opción para mujeres con un alto riesgo genético.